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Un Descenso por el Maelström

desde que sucedió lo que voy a relataros. Era el 10 de agosto de 18—, día que la gente de este lado del mundo jamás olvidará, porque se desató el huracán más formidable que jamás envió el cielo. Y sin embargo, toda la mañana, y aun hasta avanzada la tarde, hubo una brisa sudoeste, suave y constante, mientras brillaba el sol en todo su esplendor; de manera que ni los marinos más viejos habrían podido pronosticar lo que iba a suceder.

"Nosotros tres, mis dos hermanos y yo, cruzamos hacia las dos de la tarde en dirección a las islas, y pronto tuvimos casi llena la embarcación de pescado fino que, según todos pudimos notarlo, abundaba mucho más aquel día que en todas las ocasiones que podíamos recordar. Eran justamente las siete, por mi reloj, cuando levamos ancla para regresar, contando con atravesar la peor parte del Ström en el intermedio de calma de las mareas, que sabíamos tendría lugar a las ocho.

"Salimos con viento fresco cuarto estribor, y durante algún tiempo corrimos el largo a gran velocidad sin soñar con peligros, porque no había en realidad la más pequeña razón para preverlos. De pronto, nos cogió en facha una ráfaga que venía del Helseggen. Era esto lo más inusitado, algo que jamás nos había sucedido, y comencé a sentirme inquieto, sin saber exactamente el porqué. Pusimos la embarcación al viento, pero sin poder absolutamente avanzar a causa de los remolinos; y estaba ya a punto de proponer que regresáramos a ponernos al ancla cuando, mirando a