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Página:Cuentos clásicos del norte.djvu/79

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El Escarabajo de Oro

Y Legrand, que había vuelto a calentar el pergamino, lo sometió a mi investigación. Los siguientes caracteres aparecían allí rudamente trazados en tinta roja, entre la calavera y la cabra:

53ǂǂǂ305))6*;4826)4ǂ.)4ǂ);806*;48†8 ¶60))85;Iǂ(;:ǂ* 8†83(88)5*†;46(;88*96*?;8)*ǂ(;485);5*†2:*ǂ (;4956*2(5*—4)8 ¶8*;4069285); 6†8) 4ǂǂ;I (ǂ9;4808I;8:8ǂI;48†85;4) 485†528806*8I(ǂ9;48;(88;4(ǂ?34;48)4ǂ;I6I;:I88;ǂ?;

— Pues me encuentro tan a obscuras como antes, — dije yo, devolviéndole el pergamino. — Aun cuando todos los tesoros de Golconda me aguardaran a la solución de este enigma, estoy cierto de que me sería imposible alcanzarlos.

— Sin embargo, —dijo Legrand,— la solución no es tan difícil como puede hacerlo imaginar la primera y rápida inspección de estos caracteres. Estos signos, como es fácil adivinar, constituyen una clave, es decir, tienen un significado; mas, por lo que sabemos de Kidd, no suponía yo que fuera capaz de construir cifras muy abstrusas. Me persuadí al momento, en consecuencia, de que ésta era de la especie más sencilla, pero bastante complicada, sin embargo, para aparecer completamente insoluble a la ruda comprensión de un marinero.

— ¿Y la descifrasteis en verdad?

— Muy fácilmente; he tenido ocasión de interpretar otras mucho más abstrusas. Las circunstancias y cierta inclinación de temperamento me han hecho interesarme siempre en esta clase de enigmas; y no hay razón para creer que el ingenio