Página:Cuentos cortos por Segundo Huarpe (1922).pdf/66

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
62
Segundo Huarpe

sa indefensa, ni había seguido algún león para adueñarse de los despojos que abandonara; sus campañas se redujeron hasta entonces a vuelos de novicia, y así cayó, víctima de su propia inexperiencia.

La "Pichona" fué creciendo y ganándose el cariño de todos por su mansedumbre. Ella tenía el privilegio de la libertad. Mientras la vieja leona daba eternamente paseos en la prisión de su jaula; mientras el águila y los cuervos estaban obligados a hacer buenas migas en la estrecha pajarera, y el guanaco y el avestruz hacían vida trabajosa en el limitado baldío adyacente al Colegio, ella andaba por todas partes, aunque de todas partes se la echara.

Llegó a la plenitud del desarrollo y fué hermosa como los cóndores sus hermanos: con su pico que parecía de ágata, su hermoso plumaje negro, sus rémiges aceitunadas, sus ojos color de carmín y su andar majestuoso.

Era asaz curiosa. Entrábase a la cocina y se ponía en un rincón como a recibir el tufo tibio del suculento guiso del día. Y cuando se la arrojaba de ahí, penetraba en un aula, se situaba en uno de los ángulos próximos a la puerta de acceso y, como si entendiera, guardaba compostura y cerraba los ojos.

Mezclábase en los juegos de los muchachos y salía casi siempre maltrecha de los enredos y bataholas.

Había que señalar un punto del cual no se debía pasar, una raya, un término?... Se ponía la "Pichona" de hito, con orden terminante de no moverse; bastaba darla un grito y hacerle un signo de obediencia. Ahí quedaba. Abría en ciertos momentos las alas como si se desperezara, se espulgaba con el pico, pero no se movía, dándose el caso de que el juego terminaba y la "Pichona" quedaba guardando la consigna.