Página:Cuentos de amor de locura y de muerte (1918).pdf/116

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
108
Horacio Quiroga

de que esto concluya. Miradas de soslayo todo el día, cuchicheos incesantes, que cesan de golpe en cuanto oyen mis pasos, un crispante espionaje de mi expresión cuando estamos en la mesa, todo esto se va haciendo intolerable. Pero qué tienen, por favor! acabo de decirles. —¿Me hallan algo anormal, no estoy exactamente como siempre? ¡Ya es un poco cansadora esta historia del perro rabioso!

—¡Pero Federico! — me han respondido, mirándome con sorpresa. ¡Si no te decimos nada, ni nos hemos acordado de eso!

¡Y no hacen, sin embargo, otra cosa, otra que espiarme noche y día, día y noche, a ver si la estúpida rabia de su perro se ha infiltrado en mí!

MARZO 18.

Hace tres días que vivo como debería y desearia hacerlo toda la vida. ¡ Me han dejado en paz, por fin, por fin, por fin!

MARZO 19 ¡Otra vez! ¡Otra vez han comenzado! Ya no me quitan los ojos de encima, como si sucediera lo que parecen desear: que esté rabioso. ¡Cómo es posible tanta estupidez en dos personas sensatas! Ahora no disimulan más, y hablan precipitadamente en voz alta de mí; pero, no sé por qué, no puedo entender una palabra. En cuanto llego cesan de golpe, y ape