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Cuentos de amor de locura y de muerte

naturl el taciturno preferido; Prince, cuyo labio superior, partido por un coatí, dejaba ver dos dientes, e Isondú, de nombre indígena. Los cinco fox—terriers, tendidos y muertos de bienestar, durmieron.

Al cabo de una hora irguieron la cabeza; por el lado opuesto del bizarro rancho de dos pisos el inferior de barro y el alto de madera, con corredores y baranda de chalet—habían sentido los pasos de s dueño que bajaba la escalera. Míster Jones, Ja toalla al hombro, se detuvo un momento en la esquina del rancho y miró el sol, alto ya. Tenía aún la mirada muerta y el labio pendiente tras su solitaria velada de whisky, más prolongada que las habitualesuntz 119 7 Mientras se lavaba los perros se acercaron y le olfatearon las botas, meneando con pereza el rabo. Como las fieras amaestradas, los perros conocen el menor indicio de borrachera en su amo. Se aleja—, !

ron con lentitud a echarse de nuevo al sol. Pero el calor creciente les hizo presto abandonar aquél por la sombra de los corredores.

El día avanzaba igual a los precedentes de todo ese mes; seco, límpido, con catorce horas de sol calcinante que parecía mantener el cielo en fusión, y que en un instante resquebrajaba la tierra mojada en costras blanquetinas. Míster Jones fué a la chacra, miró el trabajo del día anterior y retornó al rancho.

En toda esa mañana no hizo nada. Almorzó y subió a dormir la siesta.

( Los peones volvieron a las dos a la carpición, no obstante la hora de fuego, pues los yuyos no dejaban el algodonal. Tras ellos fueron los perros, muy amiDitized by Google