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Horacio Quiroga

Bah!, no hagan caso nos casi; él es así.

¡Es que nos va a pegar un dia! gimoteó Maria.

—Si ustedes no le dan motivos, no. ¿Qué le han hecho? — añadió dirigiéndose a mí.

—Nadla, mamá... ¡Pero yo no quiero que me toque! objeté a mi vez.

En este momento entró nuestro tío.

—¡Ah! aquí está el buena pieza de tu Eduardo...

¡Te va a sacar canas este hijo, ya verás!

— —Se quejan de que quieres pegarles.

—¿Yo? — exclamó el padrastrillo midiéndome.

No lo he pensado aún. Pero en cuanto me faltes al respeto...

—Y harás bien.

nos respondió, sin oir— asintió mamá.

—¡Yo no quiero que me toque!

ñado y rojo. ¡El no es papá!

repetí enfurru—Pero a falta de tu pobre padre, es tu tío. ¡En fin, déjenme tranquila! concluyó apartándonos.

Solos en el patio, María y yo nos miramos con altivo fuego en los ojos.

— — Nadie me va a pegar a mí! — asenté.

No... ni a mí tampoco! apoyó ella, por la cuenta que le iba.

¡Es un zonzo!

Y la inspiración vino bruscamente, y como siempre, a mi hermana, con furibunda risa y marcha triunfal:

— Tío Alfonso... es un zonzol; Tío Alfonso..es un zonzo!

Cuando un rato después tropecé con el padrastri