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Cuentos de amor de locura y de muerte

sentados frente al cerco, abandonados de toda remota caricia.

De este modo Bertita cumplió cuatro años, y esa noche, resultado de las golosinas que era a los padres absolutamente imposible negarle, la criatura tuvo algún escalofrío y fiebre. Y el temor a verla morir o quedar idiota, tornó a reabrir la eterna llaga.

Hacía tres horas que no hablaban, y el motivo fué, como casi siempre, los fuertes pasos de Mazzini.

Mi Dios! ¿No puedes caminar más despacio?

Cuántas veces?...

¿ —Bueno, es que me olvido; ; se acabó! No lo hago a propósito.

Ella se sonrió, desdeñosa:

81 No, no te creo tanto!

—Ni yo, jamás, te hubiera creído tanto a ti... ¡tisiquilla!

Qué! ¿qué dijiste?...

— Nada!

—Sí, te oí algo! Mira: ¡no sé lo que dijiste; pero te juro que prefiero cualquier cosa a tener un padre como el que has tenido tú!

Mazzini se puso pálido.

¡Al fin!—murmuró con los dientes apretados.

¡Al fin, víbora, has dicho lo que querías!

Sí, vibora, sí! Pero yo he tenido padres sanos, ¿oyes?, ¡sanos! ¡Mi padre no ha muerto de delirio!

¡Yo hubiera tenido hijos como los de todo el mundo!

¡Esos son hijos tuyos, los cuatro tuyos!

Mazzini explotó a su vez.

Víbora tísica! ¡eso es lo que te dije, lo que te quiero decir! ¡ Pregúntale, pregúntale al médico quién Citized by Google