oido contar: quien decia que era un antiguo castillo en que se aparecían espíritus; quien que allí dentro celebraban el sábado todas las brujas de la comarca. La voz mas general y acreditada entre el vulgo era que en aquel encantado recinto vivía una ogra, la cual encerraba allí dentro á todos los niños que podia robar, para comérselos á su sabor, sin que nadie pudiera molestarla; puesto que nadie, sino ella, era capaz, de abrirse paso entre aquellos intrincados y espesísimos matorrales.
No sabía que pensar de aquellos contradictorios rumores el príncipe, cuando un labrador muy anciano despegando los labios se expresó en los términos siguientes:
—Mi querido príncipe y señor, hace mas de cincuenta años oí decir a mi padre que moraba en ese castillo la más hermosa princesa que jamás vió el sol, y que en él había de permanecer dormida por espacio de cien años, hasta que viniese á despertarla el hijo de un rey, para cuyo tálamo la guardaba el cielo.
A estas palabras sintió el príncipe circular por todas sus venas una ardorosa llama. Sin que su ánimo vacilase un solo instante, se creyó destinado á dar cima y cumplimiento á tan famosa aventura, y aguijonado por el amor y por un noble y vivísimo deseo de glorioso renombre, sin encomendarse á Dios ni al diablo, resolvió poner manos á la obra en el instante mismo, y averiguar la verdad del caso.
No bien dirigió sus pasos al bosque, cuando los colosales árboles, los espinos y zarzas se hicieron á uno y otro lado para abrirle camino. Fuése directamente al cas-