Página:Cuentos de hadas.djvu/154

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Una tarde en que, segun costumbre, andaba por los patios y corrales de la casa rastreando y husmeando por encontrar carne fresca, oyó llorar dentro una sala del piso bajo a Lucerito á quien su madre queria dar azotes, porque habia sido malo, y oyó tambien a Aurorita que pedia perdon para su hermana. La ogra reconoció la voz de la reina y la de sus hijos, y rabiosa y fuera de sí por haber sido engañada, al dia siguiente, muy de mañana, con una voz espantosa que hacia temblar á todo el mundo, mandó colocar en medio del patio un gran cubo, y llenarlo de víboras, alacranes, culebras y serpientes, para arrojar en él á la reina y á sus hijos, al mayordomo, á su mujer y á su criada, a quienes hizo traer con las manos atadas á las espaldas.

Todos estaban ya presentes y los verdugos á punto de arrojarlos al cubo, cuando de improviso el rey, á quien no esperaban tan pronto (y que vino por la posta), entró a caballo en el patio, y preguntó azorado y lleno de sorpresa lo que aquellos horribles preparativos significaban. Nadie se atrevía á despegar los labios, cuando la ogra, furiosa de ver lo que estaba pasando, se arrojó de cabeza á la cuba, y en un instante fué devorada por las ruines alimañas que en ella habia mandado echar. No dejó de sentirlo el rey; porque al fin y al cabo se trataba de su madre; pero bien pronto consolaron su pecho las dulces caricias de su linda esposa y de sus hijos.