Página:Cuentos de hadas.djvu/168

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yores estaban engreidas como gallo de cortijo; dábanse mucho aire de señoronas, y no querian visitarse con las hijas de los demás comerciantes; agradábanse tan solo del trato de la gente principal y de muchas campanillas; todos los dias estaban de baile, de teatro, de paseo, y hacian burla de su hermana menor, porque empleaba la mayor parte del tiempo en la lectura de buenos libros. Como se sonaba que eran tan ricas, muchos jóvenes muy bien acomodados habian pedido su mano; pero las dos mayores decian que no habian de casarse jamás, no siendo con un duque ó por lo ménos con un conde. Linda, pues segun queda advertido, este era el nombre de la menor, dando muy cortesmente las gracias á los que la pretendian, les contestaba que era demasiado jóven, y que deseaba vivir durante algun tiempo en compañía de su padre.

A lo mejor perdió el comerciante todos sus bienes de fortuna, excepto una casita muy distante de la ciudad. El infeliz dijo llorando á sus hijos que no les quedaba otro remedio que vivir en la casita, y trabajar para comer.

Las dos hijas mayores contestaron que por ningun estilo querian salir de la ciudad, que aunque ya no fuesen ricas eran muchos los que habian solicitado casarse con ellas, y que se darian por muy dichosos de poder conseguirlo. Cuentas muy galanas eran estas, pero bien pronto cayeron de su asno, porque lo mismo fué oler á pobres, que no encontrar un novio ni por amor de Dios. Como por su mucha vanidad nadie podia verlas ni en pintura, decia todo el mundo: «Me alegro de ver humi-