sea de vuestro agrado, prometo concederle el don de poder comunicar la hermosura á la persona que más le plazca.
A proporcion que las dos princesas iban creciendo en edad, crecieron tambien sus perfecciones, y todo el mundo se hacia lenguas de la hermosura de la mayor del talento de la pequeña. Cierto es tambien que al compas de la edad iban en aumento sus defectos. La menor á ojos vistas se ponia cada vez más horrible, y la mayor de cada dia iba siendo mucho más estúpida: ó no contestaba á las preguntas que le dirigian, ó soltaba una barbaridad. Era tan torpe que no podia colocar sobre el marco de la chimenea cuatro piezas de loza sin romper una, ni sabía beber un vaso de agua sin que no se le derramase la mitad sobre el vestido. Por muy recomendable que sea la hermosura, en todas partes se llevaba la preferencia la hermana menor. Al principio se acercaba todo el mundo á la más hermosa para verla y admirarla; pero al momento se inclinaban todos á la de más talento, deseosos de escuchar los delicadísimos conceptos que de sus labios brotaban; y era asombroso ver cómo en ménos de un cuarto de hora no quedó nadie al rededor de la hermana mayor, y cómo en torno de la menor se arremolinaba todo el mundo. No le cayó en saco roto á la mayor, á pesar de su mucha estupidez, y de buena gana hubiera trocado toda su hermosura por la mitad del talento de su hermana.
La reina, sin embargo de estar dotada de suma prudencia, no podia reprimirse, y muchas veces hubo de echarle en rostro su bobería. La pobre princesa lo sintió