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—Irás á casa de la abuela á informarte de su salud, pues me han dicho que está enferma. Llévale una torta y este tarrito lleno de manteca.

Caperucita roja salió en seguida en direccion á la casa de su abuela, que vivia en otra aldea. Al pasar por un bosque encontró al compadre lobo que tuvo ganas de comérsela, pero á ello no se atrevió porque habia algunos leñadores. Preguntóla á dónde iba, y la pobre niña, que no sabía fuese peligroso detenerse para dar oidos al lobo, le dijo:

—Voy á ver á mi abuela y á llevarle esta torta con un tarrito de manteca que le envia mi madre.

—¿Vive muy lejos? preguntóle el lobo.

—Sí, contestóle Caperucita roja, á la otra parte del molino que veis ahí; en la primera casa de la aldea.

—Pues entonces, añadió el lobo, yo tambien quiero visitarla. Iré á su casa por este camino y tú por aquel, á ver cual de los dos llega ántes.

El lobo echó á correr tanto como pudo, tomando el camino más corto, y la niña fuese por el más largo entreteniéndose en coger avellanas, en correr detrás de las mariposas y en hacer ramilletes con las florecillas que hallaba á su paso.

Poco tardó el lobo en llegar á la casa de la abuela. Llamó: ¡pam! ¡pam!

—¿Quién va?

—Soy vuestra nieta, Caperucita roja, dijo el lobo imitando la voz de la niña. Os traigo una torta y un tarrito de manteca que mi madre os envia.

La buena de la abuela, que estaba en cama porque se sentia indispuesta, contestó gritando:

—Tira del cordel y se abrirá el cancel.