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todas gimiendo en la soledad, ó bien despedazándose unas á otras, en vez de revolotear alegremente por las selvas, y juguetear bulliciosas entre las flores?»

Cierta mañana, tendido blandamente en su lecho, discurria entre sí sobre este misterio inesplicable. Abierta la ventana, penetraba por ella el fresco vientecillo, que despues de empaparse en el suave aroma de los azahares que florecen á la orilla del Darro, subia á recrear los sentidos del príncipe; oíase á lo lejos la voz del ruiseñor que repetia su tema acostumbrado, y cuando el príncipe le escuchaba suspirando, oyó cerca de sí el ruido de las alas de un ave. Perseguido por el gavilan un hermoso palomo, se entró en su aposento y cayó palpitando en el suelo;