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qué sirven el álgebra ni la filosofía para los negocios de amor? ¡Ah Eben Bonabben! ¿Por qué te olvidaste de instruirme en el manejo de las armas?»

En esto rompió el silencio el buho, y como buen musulman que era, empezó su discurso por una invocacion piadosa.

«¡Allah akbar! ¡Dios es grande! Las cosas mas recónditas están en sus manos. ¡Él solo gobierna el destino de los príncipes! Sabe, ó Ahmed, que toda esta comarca está llena de misterios, conocidos únicamente de un corto número de eruditos, que se han dedicado como yo á las ciencias ocultas. En uno de los montes vecinos se halla una caverna profunda; en el centro de esta caverna hay una mesa de hierro,