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mas hábiles todos los recursos del arte, en términos que al fin llegó á creerse que estaba bajo el dominio de algun sortilegio. En situacion tan lastimera mandó el rey publicar por todo el reino, que cualquiera que lograse curar á la princesa, recibiria en premio la joya mas rica de su tesoro.

Cuando oyó el buho esta noticia desde un rincon de la caverna en donde estaba dormitando, volvió alternativamente sus grandes ojos á uno y otro lado, y tomando un aspecto mas misterioso que nunca:

«¡Allah akbar! dijo, dichoso el que pueda efectuar esta curacion, si sabe únicamente cuál de las joyas de la corona debe elegir.

—¿Y qué idea es la vuestra, ó venerable buho? preguntó el príncipe.