Torrecilla de Alfaro, me habría podido dar noticias..., pero es justamente mi rival..., mi testarudo y estúpido rival, a quien desprecia Ladi, y que, no obstante, sigue frecuentando la casa. ¡Imagina mi tormento!... Veía salir el coche de ellos y no iba Ladi... Los encontraba en los teatros, sin Ladi... ¿Estaba enferma? No, puesto que no iría entonces a divertirse su familia. ¿Estaba fuera? No, porque me hubiese escrito..., a menos de haberla hundido en un conventó... ¡Y ya ves. Rodríguez, qué rabia no verla después que me he gastado en coches del Círculo un caudal y otro en ese traje... con el que no me ha visto ella tampoco, por lo que puedo decir que fué un derroche inútil e importuno!
— ¡Mejor! Así ya, cuando te vea, estarás hecho un dandy, con lo que ganes. Desabróchate un botón; me parece que la levita te está estrecha... ¡sí, te hace fuelles en el talle!
— Pero si me desabrocho...
— ¡Qué?
— Se me verá el chaleco.
— Bueno, ten cuidado de tirarte, nada más.
— Lo que la creo es algo corta, ¿no?
— ¡Puede pasar ! Tiene un buen paño; era de mi padre. Tú has debido pedirle a cuenta al empresario y hacerte ropa.
La chistera fué lo grave. Se le quedaba en la coronilla. Rodríguez tenía la cabeza muy pequeña.