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Reveladoras — 143

bajo la campana gorda y contemplar el panorama de la ciudad y de los campos. La soledad se le metía en el alma, causándole una especie de crispatura de terror que le gustaba y que aguantaba bien, particularmente por las tardes, cuando el alegre escándalo de las aves le rodeaba en los aires y a lo lejos oía cantar en la galería a sus criadas; porque hay que confesar que nunca de noche, aunque se hallase a gusto tomando el fresco en la azotea, pudo a solas soportar la visión de las moles oscuras, ni siquiera al resplandor de la luna, que las azulaba con azul fantástico haciendo fosforescer reflejos de cristales y arrojando de cúpula a cúpula siniestras manchas de sombra bajo el alto cielo...