Página:Cuentos ingenuos.djvu/364

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224 — Felipe Trigo

poco redonda, entre los obscuros y abundantísimos rizos del helénico peinado, y blanca como una hostia. Ligeramente cortada la nariz; los ojos grandes, enormes, de una inocencia apasionada que chispeó en algunas frases; y la boca aristocrática. Su cuerpo... ¡ah, su cuerpo, sobre todo!... En esto llevábale ventaja a Emeria...: una candorosa poderosa estatua de macizas esbelteces, de elásticas y flexibles gallardías...