ta que sus pies tropezarou con una espuerta de esparto, vieja, rota, cubierta por una costra de basura, igual á la que él llevaba á la espalda cuando niño.
Era el pasado que reaparecía para echarle en cara su infidelidad.
¿No se había emancipado de la miseria de su clase? Pues ya lo tenía todo; que comiera, que se regodeara con la satisfacción de ser considerado como un ser superior.
Lo otro, la desconocido, lo que le hacía temblar con intensa emoción, era para los infelices, para los que luchaban por la vida.
El cura gimió con desesperación, sintiendo en torno de él el vacío y la frialdad, pensando que si sus manos, ahora consagradas, hubiesen seguido porteando el mísero capazo, estaría en tal instante arrebujado en aquella blanda cama del es tudi nupcial, viendo como Toneta, al aire sus hermosos brazos y marcada bajo el fino lienzo su robustez armoniosa, se contemplaba en el espejo sonriendo ruborizada con los recuerdos de la noche de bodas.
Y el pobre cura lloró como un niño; lloró hasta que el esquilón de la iglesia con su gangueo de vieja comenzó á llamarle á la misa primera.