El bicho maldito no se inquietaba y seguía insultando. (A ver! Que se atracara aquel guapo y vería cuan pronto le echaba la tanda al suelo.
Y vaya si se atracó. Pero con un valor primitivo; no con la arrogancia del león, sino con la acometividad del toro; bajando la dura testa, encorvando su musculoso pecho con el impulso irresistible de una catapulta.
De una zarpada se llevó por delante tambaleando y desarmado al pequeño Bandullo, y antes de que cayera al suelo le hundió el cuchillo en un costado, de abajo arriba, con tal fuerza, que casi lo levantó en el aire.
Cayó el chicuelo llevándose ambas manos al costado, á la desgarrada faja, que rezumaba sangre, y hubo un murmullo de asombro casi semejante á un aplauso.
¡Buen pájaro era aquel Pepet! Cualquiera se metía con un bruto así.
Los Bandullos lanzáronse sobre su caído hermano, trémulos de coraje, y hubo de ellos que requirieron sus armas con desesperación, como dispuestos á cerrar con aquel numeroso grupo de enemigos y morir matando para desagravio de la familia, que no podía consentir tal deshonra.
Pero les contuvo un gesto imperioso