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Página:Cuentos valencianos (1910).djvu/205

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El establo de Eva

Siguiendo con mirada famélica el hervor del arroz en la paella, los segadores de la masía escuchaban al tío Correchóla, un vejete huesudo que enseñaba por la entreabierta camisa un matorral de pelos grises.

Las caras rojas, barnizadas por el sol, brillaban con el reflejo de las llamas del hogar, los cuerpos rezumaban el sudor de la penosa jornada, saturando de grosera vitalidad la atmósfera ardiente de la cocina, y á través de la puerta de la masía, bajo un cielo de color violeta, en el que comenzaban á brillar las estrellas, veíanse los campos pálidos ó indecisos en la penumbra del crepúsculo, unos segados ya, exhalando por las resquebrajaduras de su corteza el <3alor del día; otros con ondulantes mantos de espigas, estremeciéndose bajo los primeros soplos de la brisa nocturna.

El viejo se quejaba del dolor de sus