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Página:Cuentos valencianos (1910).djvu/98

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V. BLASCO IBÁÑEZ

V. BLASCO IBÁtfEZ

el ministerio fiscal, echaba del despacho á la madre y al hijo, acusándola á ella del atentado, pero á los pocos minutos ya estaba allí la señora riendo como siempre, con el Pilín grotescamente disfrazado. Aquella cabeza de chorlito adoraba la boquita de viejo de su nene, decía que al reir tenía cierto aire de payaso y encontraba diversión enharinándole la carita con los polvos de su tocador y encasquetándole en la cabeza un cucurucho de papel, una caperuza de mágico prodigioso. No caía en sus manos pliego de papel de oficio que no le convirtiese en caperuza para Pilín, y era de ver el coro de carcajadas que estallaba en el despacho ante el puntiagudo cucurucho. Reía la madre su invención tantas veces repetida, acompañábala el fiscal con sus carcajadas ruidosas y hasta Pilín lanzaba chilli dos, muy satisfecho de su fachita grotesca.

Pero no eran todo alegrías para don Andrés. Felicitábanle muchas veces por sus triunfos de orador, por aquellos elogios de la prensa.

— ¡Ahí sí... los periódicos—contestaba con distracción—. Hombre, á propósito. Esta mañana hablaban de la difteria. ¿Sabe usted los estragos que hace esa picara? ¡Oh! ¡cosa tan terrible para los niños!

Lo decía de un modo que no daba lugar