CUENTOS Y CRÓNICAS
sangre y las danzas. Vosotros, campesinos de Orcher, marineros del Havre, sabéis ha- cer su fiesta con el canto de los campana- rios, los cirios nuevos y las ofrendas flo- rales. Ella, que es estrella de la mañana, es tam- bién el faro, la estrella de la noche. Cuando el sol se va queda su sol sublime. ¡Stella Ves- pertina! Encarnada en el más duro de los me- tales, ha puesto en él su enternecimiento y su gracia. Así esa gran Virgen, formidable en su bronce, tiene ei propio encanto, la mis- ma humildad materna de las vírgenes delica- das de los lienzos y de las místicas escultu- ras policromas que están en los templos. De todas las manos que a ella se tienden bajo la tormenta, ¿cuál es la que no halla apoyo? Tú, que te hundes, no tienes en tus labios sino palabras de blasfemia y de desespe- ranza... El milagro existe. El milagro lo cuentan pescadores canosos, domadores de vientos. El que no cree eri el milagro, no ha rogado nunca en una inmensa desgracia, no ha teni- do jamás el momento de pedir llorando, con el alma, un algo de su piedad y de su dulzu- ra a la madre María. Ella tiene siempre la sonrisa en sus místicos labios. Ella tiene a 9129