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R U B E N DARÍO
cual muestra su honda mancha, como la se-
ñal de un golpe de espátula, el ombligo.
En primer término, en la transparencia del
agua, una sirena extiende su bifurcada y
curva cola de pescado, negro y plata; a flor
de espuma, tiembla la doble rotundidad en
que termina el talle.
La faz medrosa mira hacia un punto en
que algo se divisa, y casi no atiende la hem-
bra al tritón fáunico, que la atrae, invitán-
dola a una cita sexual, tal corno en la tierra,
al amor del gran bosque, lo haría Pan con
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