LA CIUDAD DEL VICIO
—-¡Anda!...
Y salieron. La desgraciada había encontrado en el camino una cuerda de presos que iba a embarcar para el presidio; en esa redada había reconocido al amante...
Y siempre detrás de ella, sin descanso, corco- vado, gafo y leproso, batiendo los enormes zue- cos en la calzada, deshaciéndose en inmundicias y en harapos, y eyaculando deseos en frases torpes, que de asquerosos parecen violar la serenidad de la Na- turaleza y del cielo. 47 Tromba la persigue con sus ojos de goma sucia, estudiando ávidamente las fati- gas, las hambres, los desalientos y las lágrimas de la desgraciada, con el dinero del robo apretado en la pata de reptil y a la espera de que ella se entregue sin quejas, un día que no está lejos tal vezl...
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