FIALHO D”*ALMETDA
morias, en esa página que es una medalla admirable de Fialho d'Almeida: Fialho náo e este janota de palio rico, com uma joia tdo grande que parece falsa na gravata de veludol... (Véanse las Memorias de Raul Brandao, págs. 61, 75 y 76.) No, Fialho no es ese ja- nota que lleva «una joya tan grande que parece falsa en una corbata de terciopelo...» El mismo sentía saudades de esa vida absurda de otros tiempos cuando divagaba bajo la luna, blagueur y bohemio, en las correrías por burdeles y tabernas o en excur- siones románticas a los barrios de Alfama, Morería y Graca, los tres barrios típicos de Lisboa... Era el Fialho que le decía a Raul Brandao: ¡£sta vida artifi- cial de Lisboa, cómo siento allá su faltal... o el Fialho que clamaba en noches trágicas de bohemia, en la peña de amigos del café Martinho:—¡Lo que yo sufri, lo que yo sufrí!...
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