LA CIUDAD DEL VICIO
Venían ya los primeros ensayos calamitesos de quie- bras fraudulentas con capitalistas huídos, robos mis- teriosos que la policía tenía orden de dejar impunes, contrabando en gran escala y docenas de moratorias apuntalando una general desorganización del crédito...
Y a esa hora, el mayorazgo, con su hijito de la mano, el quitasol con el forro verde entre las rodi- Vas, y un gorro de seda por debajo del sombrero de fieltro de ala corta, iba para su trabajo, recogido en la camiseta de luto, silencioso, lleno de ceremonias, y teniendo el pensamiento puesto en la bella codor- miz a quien acababan de enjaular en el Aljube (1).
—¿Pobre hombrel—decía yo, viéndole partir en el carricoche...—Ir para la finca ahora en los meses en que no hay pasto...
(1) El Aljube es la cárcel de mujeres de Lisboa; fué antigua cárcel eclesiástica; está cerca de la Catedral, en la Rua do Arco do Limociro. En castellano arcaico, algibe a más de significar cis- terna o pozo, tiene la significación de cárcel.—/V. del 7.
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