LA CIUDADDEL VICIO
comienzan con tono devoto en el Minho y acaban con tono equívoco en el Algarve. (1)
El tono de las canciones, en que se sorprende la índole, las creencias y el íntimo vivir de las gentes, decae en alegría del Norte al Sur y de Occidente para Oriente, a medida que nos vamos apartando del agua y que la vegetación es más seca y la tierra más árida y menos caudalosos los ríos y más dis- tante el océano...
Comparo La Cañita verde, el Verdegay y las fa- rándolas del Miño y del Duero, con la monotonía impregnada de tristeza, vagorosa y fúnebre, de las canciones del Bajo Alemtejo y siento a través de ellas el país extendiéndose en zonas de cultivo cada vez menos intenso: en el Minho las risueñas vegas empapadas de agua, completamente cultivadas, ver- dores radiantes a la luz de un sol claro, húmedas de bruma matinal, toda la erupción de la vida dis- persa en palpitaciones por una población enorme y fecunda, que es bella y sana, con el instinto coloris- ta, visible en sus trajes garridos y chillones, que da a ese paisaje exuberante accesorios maravillosos; — en el Alemtejo, pocilga casi siempre árida, intermi- nable, abrasada por el sirocco, reverberando en el verano ardores mortales, en una luz cruda que va quemando implacablemente las epidermis y los ojos... Y aquí comienzan las dificultades de la vida
(1) Será ofender la cultura del lector español no suponerse enterado de la geografía peninsular y recordarle que el Minho y el Algarve son respectivamente las dos regiones extremas de Portugal: el extremo Norte y el extremo Sur.—/V. del 7.
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