LA CHUDADDEÉL VvVIcIOo
tienda se fragmentaban y reproducían en esos desva- ríos candentes; la noche en que había sido robado el almacén; una vez en que la zorra de ] Ja mulata (1) que- dara puertas adentro, retozando con la morralla; y hasta las sobas de Pinto con una cuerda mojada, por causa de no haber aparecido el gato... Nada volvía a agitar:e con más frenética insistencia en ese pequeño cerebro, “atormentado por la dolencia, que el robo ce la tienda...
Los dependientes se habían escabullido al cerrar la puerta y él había quedado solo en noche de San Juan... Acostado en el jergón sobre el suelo, con la barriga al aire, las ropas fuera, las manos encima de la ca- beza, el pobre, solito en el almacén enorme, pensa- ba con nostalgia en la hoguera que en Santa Comba, delante de la casucha natal, ardía a esas horas de la noche, y veía a los hermanitos saltando alegremente en ruidosas cabriolas. Por la calle afuera, todo serían hogueras, haces de leña en montón, vainas de habas estallando en la humareda roja, y en terno de los trorcos verdes, bailes alegres, colas interminables de mocerío, rasgueos de guitarra y explosiones de pan- deretas... Sobre la villa despierta con serenatas, una corona de luz pondría en las nubes el oro rosa de las alboradas de Mayo... Lasfachadas iluminadas estarían alegres y el reloj de la iglesia iría campaneando la media noche de San Juan, cuando el cuerno de luna
(1) Fialho d'Almeida es de una fuerza y crudeza realista que «fo excluye a veces ni el uso del vocabulario obsceno y ple- beyo. No “: crea, pues, que intensifico obscenamente la frase en la traducción; €l dice: a zorra da mulata. —N. del T.
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