Página:Daany Beédxe.djvu/148

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le habían enseñado, que nada en la vida es importante. Ya que si el mismo jade se quiebra y las plumas de quetzal se desgarran; el ser humano, en verdad que no era nada, su paso por la tierra era tan solo un momento fugaz. Así, nadie tiene el suficiente tiempo, para aferrarse a las cosas de la vida. Lo único que cuenta son las acciones y sus decisiones. En tal suerte, no era importante si Águila Nocturna vencía o salía derrotado en su Batalla Florida. Lo único verdaderamente importante, era asumir con responsabilidad, la decisión de enfrentar su batalla, el hecho de estar ahí, con todas sus consecuencias.

Empezó a ocultarse el sol, la luz se perdía y la noche penetraba en silencio. El viento comenzó a soplar con gran fuerza, parecía que gemía al pasar entre los huecos de las construcciones, como buscando por todos los rincones algo. En el patio se sentía una desolación del tamaño del cielo. Entrar a ese cuarto, era en verdad, el principio del fin. Águila Nocturna se sintió un fantasma, quiso despedirse de su Maestro, pero cuando volteó, ya no había nadie. Sintió entonces que estaba completamente solo, como nunca antes en su vida. La obscuridad se adueñó del patio y Águila Nocturna se dirigió lentamente al interior de la habitación.

Águila Nocturna llevaba varias lunas en DAANY BEÉDXE, se sentía como en su casa. Los edificios eran bellos y fascinantes al mismo tiempo, pero permeaban una sensación de temor y respeto. Cada uno tenía su propia energía y su propia personalidad, como si tuvieran vida independiente. El muchacho sentía especial afecto por la pirámide del Sur, donde solía pasar las tardes, hasta muy entrada la noche. Otros edificios con los que había hecho muy buena relación, eran con los que estaban ubicados al Oriente y Poniente del observatorio. Ahí su energía se fundía con las piedras del conjunto. No así, con los edificios de la parte Norte, que evitaba lo más posible; pues en esos lugares se sentía nervioso y desconcentrado.

Efectivamente como se lo había dicho su Maestro, jamás encontró a nadie en el conjunto. Era como una inmensa casa antigua y fascinante, donde él siempre se sentía como un huésped pasajero y observador. Era un sitio indescriptible y maravilloso, que estaba fuera

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