Página:Daany Beédxe.djvu/240

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Cuando los jaguares empezaron a acercarse nuevamente, pues se habían dado cuenta del truco, su rugido era más amenazador y feroz. Águila Nocturna sabía que no tendría más tiempo, los felinos estaban por atacar, cuando apareció el ansiado claro en la selva.

A un lado, estaba una pequeña loma y en ella estaba una cueva. El guerrero al ver el claro, corrió a esconderse en la pequeña oquedad. Para su fortuna, encontró ramas y troncos secos, e inmediatamente se puso a hacer una fogata. Con destreza y velocidad, tallaba dos maderos con un pequeño arco, que traía en su morral.

Los jaguares mientras tanto, daban vueltas en torno a la boca de la cueva y no se atrevían a entrar, solo se escuchaban sus resoplidos y gruñidos. Cuando brotaron las llamas, los felinos se retiraron silenciosamente.

A la mañana siguiente, el guerrero inició de nuevo su camino. Había sido muy austero con el agua y el maíz molido, por lo que tenía lo suficiente para aguantar los cinco días que faltaban.

Con la determinación del principio, inició la marcha hacia el oriente. Antes del mediodía, al llegar a un lugar muy fresco en donde prodigaban sombra, unas grandes y frondosas ceibas llamado Xmabén, escuchó una voz muy dulce de mujer, que cantaba una melodiosa canción. Se fue acercando con cautela y descubrió a una muchacha, que recolectaba plantas. Nunca había visto a una mujer tan bella.

Misteriosamente su corazón empezó a latir con gran fuerza y sentía que le faltaba la respiración. La muchacha cantaba y les hablaba a las plantas. De pronto, ella volteó y descubrió a Águila Nocturna, quien se quedó inmóvil. Ella corrió a esconderse y después de unos instantes el guerrero reaccionó. Se disculpó y le dijo que no tenía por qué temer, que no había sido su deseo asustarla y que se marcharía de inmediato. La joven se quedó callada y cuando Águila Nocturna daba la vuelta para retirarse por donde había llegado, la muchacha lo llamó. Ella le explicó que no estaba acostumbrada a ver a nadie por

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