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en esos cinco días. El pecho de Águila Nocturna estaba saturado de dolor, su corazón estaba ensartado de espinas y pequeños hilitos de amargura corrían por sus mejillas. Apenas había conocido el amor y tenía que dejarlo, no había alternativa.

Águila Nocturna se desprendió de los brazos de su amada y le dijo con firmeza, que encontraría "La Piedra de Poder" y regresaría por ella. Salió de la habitación y empezó a caminar hacia el oriente. Por sus mejillas rodaba lacerante toda la amargura que oprimía a su corazón; Flor de Lluvia sabía que el guerrero no podría regresar por ella y conociendo lo que le pasaría, se fue atrás de su amado, sin que él se diera cuenta; pues sabía que de todos modos moriría de pena.

Como una sombra, Flor de Lluvia se mantenía a distancia de Águila Nocturna. Sus ojos profundos, cubrían de amor al guerrero. Poco a poco la mujer enamorada se fue esfumando, sus lágrimas se convertían en gotas de rocío y su cuerpo se fue desvaneciendo, hasta convertirse en nada.

Esa noche fue de luna llena. El guerrero caminaba a grandes zancadas por un camino blanco que antes había encontrado. Su cuerpo estaba totalmente mojado por el sudor, la fiebre de la sed y el cansancio, estaban a punto de desmayarlo. En su mente estaba inmóvil la idea de "La Piedra de poder de la Serpiente Emplumada"; y en su corazón la imagen de Flor de Lluvia. Involuntariamente empezó a repetir en voz alta, como una plegaría, un canto sagrado:

    
"No es verdad que vivimos,
no es verdad que duramos
en la tierra.
¡Yo tengo que dejar las bellas flores,
tengo que ir en busca del sitio del misterio!
Pero por breve tiempo,
hagamos nuestros los hermosos cantos."

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