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Página:Daany Beédxe.djvu/3

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religiosos. Y tal vez lo más importante, se asume esta civilización como extinta, sin ninguna presencia en el México de hoy.

De qué manera los mexicanos podemos sentirnos orgullosos de nuestra historia y de nuestros orígenes, si los desconocemos. Cómo podemos salir de este "laberinto de soledades" que nos han dejado, sin un rostro propio y un corazón verdadero. Cómo podemos sentir orgullo e inspiración de nuestros milenarios orígenes, si somos extranjeros incultos en nuestra propia tierra. Cómo es posible que sepamos más de la historia y la filosofía de los pueblos europeos, que de nuestros Viejos Abuelos.

La intención de este trabajo es soñar con lo que debió ser nuestra verdadera historia. Tratar de imaginar a nuestros antepasados como lo que fueron, no como nos han enseñado a verlos. Reconocerlos como hombres sabios, poseedores de un proyecto filosófico- espiritual capaz de impulsar un desarrollo cultural que se mantuvo a través de miles de años y que le permitió a diversos pueblos, en tiempos y lugares diferentes, expresar su creatividad y sensibilidad a través de la misma matriz filosófico-cultural; produciendo una civilización decantada y perfeccionada, como la China o la India.

Para ello, nos hemos valido de los conocimientos científicos que nos proporcionan los libros de historia del México Antiguo, pero desechando su ideología colonizante. Hemos tratado de retomar los textos de los españoles y los indígenas, que vivieron la invasión o escribieron posterior a ella, desde luego, tratando de hacer a un lado, la visión euro centrista, donde todo lo nuestro es primitivo, diabólico y perverso. Hemos retomado la poesía de Los Viejos Abuelos, tratando de ponerla en nuestra lengua contemporánea, tratando de salvar, las traducciones coloniales. Sobre todo, para la primera parte, usamos los "Huehuetlahtolli" (la antigua palabra) para darles voz a los personajes y para que el lector, aprecie la profundidad y sabiduría de una civilización que mantenía altos y sólidos principios éticos y morales, que primero los conquistadores y después los colonizadores, nunca quisieron reconocer y valorar.


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