Cárlos Dickens habrá tenido todos los honores que el favor popular concede al talento: sus restos mortales descansan en la abadia de Westminster, en ese Panteon célebre donde la muerte reune á las grandes ilustraciones de Inglaterra. Sabido es que el fúnebre santuario solo se abre cuando lo piden las familias de las notabilidades inglesas, ó cuando el pueblo eleva á algun hombre á la categoria de gloria nacional, y esto es lo que ha sucedido con Cárlos Dickens. ¡No habia soñado en verdad con esta honra póstuma, cuando eligió por sepultura el humilde campo santo de una aldea!
El reverendo Mr. Stanley, decano de la abadia, pronunció, el domingo despues de la muerte de Dickens, una oracion funebre, en la cual declaró que las novelas de este autor podian ser leidas por todos los fieles. Con mucha oportunidad Mr. Stanley eligió por testo de su discurso la parábola del rico y de Lázaro para decir que Cárlos Dickens se ha inspirado muchas veces en tan altos ejemplos, enseñando á los ricos que deben compadecerse de los desvalidos y á estos que el rico cuya caridad imploran, quizás implorará á su vez un dia. Si, hay lecciones para todos en las obras del populair autor sepultado en la abadia de Westminster.
Y ahora ¿qué mas diremos? no hemos querido escribir, propiamente hablando, ni un estudio de critica literaria ni una biografia, no hemos hecho mas que trazar al correr de la pluma algunas de nuestras impresiones personales sobre un autor predilecto que hemos leido siempre con admiracion, seguidas de breves apuntes acerca del hombre cuya existencia se encuentra lan intimamente ligada con su produccion literaria que, en muchas ocasiones, segun acabamos de indicar, no es esta otra cosa que su reflejo. Nuestra tarea está concluida. El lector de esta nueva edicion de David Copperfield, la mas celebrada de todas las obras de Cárlos Dickens, no dirá ciertamente que hemos exagerado los elogios en este rápido é incompleto bosquejo.
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