Página:David Copperfield o El sobrino de mi tía (1871).pdf/72

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida

60
DAVID COPPERFIELD.

— ¿Quién se llama David Copperfield?

— Vuestro servidor, respondí.

— Servíos venir conmigo; tendré el gusto de conduciros á mi casa.

Seguíle sin saber quién pudiera ser, y le acompañé hasta un almacen situado en medio de una calle estrecha : en la muestra se leia :

OMER, PAÑERO, SASTRE, PASAMANERO, PROVEEDOR DE ARTÍCULOS DE LUTO; SE ENCARGA DE TODO LO CONCERNIENTE Á ENTIERROS.

Su almacen estaba atestado de ropas, ya hechas, ya á medio coser : el escaparate lo formaba la ventana, y en él habia sombreros de fieltro, castor, etc., etc. Pasamos á la trastienda, donde hallamos tres jóvenes ocupadas en coser una porcion de telas negras amontonadas encima de la mesa y cuyos retazos rodaban por el suelo. En la chimenea ardia un buen fuego, y en la habitacion habia un olor como de buñuelos quemados. Mas tarde supe de donde provenia semejante olor, que hasta entonces no conocia.

Las tres jóvenes, que parecian sumamente activas, alzaron la vista cuando entré, y en seguida continuaron su trabajo. Llamóme la atencion el ruido que metian al trabajar, y noté al mismo tiempo que de un taller que habia en el patio, mas allá de la trastienda, partia el ruido monótono de un martillo : toc, toc, toc, sin variacion ni cadencia.

— Perfectamente, dijo mi guia á una de las jóvenes : ¿qué tal va eso, Mineta?

— Estará listo á la hora convenida, respondió alegremente la jóven, sin volver la cabeza; descuidad, padre.

Mr. Omer se quitó el sombrero, tomó asiento y dijo despues de haber descansado unos instantes:

— Muy bien.

— Padre, añadió Mineta con ligereza, vais echando vientre.

— Es cierto, hija mia, no creas que no lo noto.

— ¡Os dais tan buena vida y lo tomais todo con tanta calma!.. dijo la jóven.

— Como se deben tomar las cosas, hija mia, replicó Mr. Omer.

— Razon teneis, padre; por eso aquí todo el mundo está contento; ¿no es cierto?

— Lo creo así, respondió Mr. Omer.

Enseguida añadió :

— Ahora que he descansado un poco voy á tomar medida á este jóven colegial. ¿Quereis pasar á la tienda, Mr. Copperfield?

Seguile á la tienda, donde me enseñó una pieza de paño que, segun él, era la que convenia perfectamente para el luto de una madre. Al mismo tiempo que me tomaba medida apuntaba los números en una carterita. Enseguida llamó mi atencion sobre los artículos de su industria de sastre, enseñándome un figurin nuevo y otro viejo.

— Todos estos cambios repentinos de la moda son causa de que hayamos perdido crecidas cantidades, dijo Mr. Omer. Las modas son como los mortales : vienen sin saber de dónde ni por qué, y se van del mismo modo. Todo es la imágen de la vida humana, segun mi opinion.

Interrumpió su discurso para dirigirse á una puertecilla, que abrió y desde donde gritó :

— Traed el té con tostadas de manteca.

Al cabo de un rato, que pasé escuchando el ruido de la costura y del martillo, entró una criada con una bandeja en que habia una taza de té para mí.

No hice gran caso del convite, pues en medio de aquel taller donde reinaba el luto no me sentia con apetito.

Mr. Omer me contempló durante algunos segundos, y me dijo :

— Hace tiempo que os conozco, amiguito.

— ¿De veras?

— Os conozco desde el dia que nacisteis, y aun me atreveria á decir de antes, replicó Mr. Omer. Tambien conocí á vuestro padre, que tenia cinco piés, nueve pulgadas y algunas líneas : descansa en un terreno de veinte y cinco piés cuadrados.

Aquí se dejó oir de nuevo el toc, toc, del martillo.

— Sí, descansa en un terreno de veinte y cinco piés cuadrados, continuó Mr. Omer; él mismo escogió el sitio...

— ¿Podeis decirme cómo sigue mi hermanito? pregunté.

Mr. Omer meneó la cabeza por toda respuesta, y el martillo dejó oir su toc, toc; pero como mi mirada seguia interrogándole aun, el sastre me respondió:

— Está en los brazos de su madre.

— ¡Pobre niño! exclamé : ¿ha muerto?

— No os entregueis al dolor, hijo mio... Sí, ha muerto.