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DE MADRID A NAPOLES

pesar de lo violento de la actitud, y expresa perfectamente la bien sentida intencion de su autor, el famoso Marochetti.—La armadura es copia fiel de la que usó Filiberto (Ya la veremos en el Museo de Armas). —En el pedestal hay dos bajo-relieves, de los cuales uno representa la Batalla de San Quintin y el otro la Paz de Chateau-Cambrésis.

De la Piazza San Carlo me fuí al Palacio Real.

Segun os he dicho antes, una alta verja de hierro sirve de entrada á la plaza que lo precede.

Sobre los pilares que hay en medio de esta verja, vénse dos Grupos de Caballos de bronce, más buenos ó más malos, pero que son allí de un gran efecto...

El Palacio es de ladrillos, que están al descubierto (pues la fachada no ha sido aun revestida ni tan siquiera revocada), lo cual, como supondreis fácilmente, le da un aire tan pobre é insignificante que nadie lo tomaria por la morada de un rey.

Por dentro ya es otra cosa. Desde que se entra en el peristilo, empiezan á llamar la atencion las grandiosas y bien concertadas proporciones del edificio y el lujo con que se halla decorado.

Cerca de la escalera vése en una gran hornacina la Estátua ecuestre de Victor Amadeo I, primer rey de Cerdeña.—La Estátua es de bronce y el caballo de mármol blanco, sirviéndole de palafreneros dos Esclavos bastante bien esculpidos.

Mientras subia la ancha escalera, experimenté una rara emocion, que no acerté á discernir si era tristeza ó miedo, al considerar que el en otro tiempo pacífico habitante de aquella soberbia morada, hállase en lejanas tierras al frente de su ejército, comprometido en una audaz empresa, en que juega el todo por el todo; anatematizado y maldecido por clases enteras de la sociedad; mirado con odio por fortísimas potencias, que acechan el momento de aniquilarlo; vencedor afortunado, pero que acaso no dispondrá nunca de un solo instante de reposo en que saborear sus triunfos; instrumento fatal, elegido por la Revolucion para dar el asalto á la autoridad temporal de if Iglesia, combatida y cercada hace tiempo; mantenedor, en fin, de la noble empresa de librar á Italia de la dominacion del extranjero, de principes desnaturalizados, que conspirabsn contra sus propios súbilitos, y de gobiernos parricidas, que atentaban á la madre patria...

¡Oh! ¡sí! Al recorrer aquel palacio desierto, háme causado espanto la tremenda posicion en que una generosa idea, prematura ó torpemente manifestada, ha colocado al héroe de Pallestro y San Martino; á aquel hombre á quien todos saludábamos con entusiasta admiracion cuando juraba no visitar el sepulero de su padre hasta vengar su muerte y el desastre que la produjo; cuando enviaba á Ja Crimea aquel puñado de valientes que tanta gloria aleanzó á orillas del Tehernaia, y cuando Milan

lo aclamaba su rey, despues de la Batalla de Magenta!

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