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DE MADRID A NAPOLES

tanto gracioso capricho on los trajes como dá de sí la arraigada civilización de nuestros sensuales y despreocupados vecinos. — Al menos, para los que ven estas cosas como yo las veia entonces, después de algunos años de no haber atravesado las fronteras patrias, ofrecen un particular encanto las costumbres francesas, tan libres, tan ocasionadas á lances y aventuras, tan novelescas, en fin, si se las juzga por el prisma de la circunspeccion española y con absoluto olvido de la moral...

Cierto es que al cabo de algunos dias pierde su prestigio este encanto, que no está en las cosas, sino en nuestro inocente corazón, y se hastía y disgusta uno de tanta libertad, de tanta facilidad, de tanta ocasion como ofrecen al arbitrio del extranjero los hábitos audaces, independientes, piráticos de aquellas heroinas tan accesibles, que hacen una novela diaria, y casi siempre no gratis, ni mucho menos ad-amorem... — Pero lo repito; entre tanto que se aprende á ver, es un ardiente pasto para la imaginacion el encontrar por todos lados figuras ideales (en la forma), de una elegancia y distincion que pasarían por principescas en la Fuente Castellana de Madrid; jóvenes bellísimas, artísticamente envueltas en clásicos mantos, viajando solas y consagradas á la lectura de alguna novela de Balzac; púdicas inglesas, que viven soñando y recorren la Europa (éstas legalmente acompañadas) en busca de peligros; alegres muchachas, por último, que comen, ríen, cantan y hablan con todo el mundo, sin que una operacion estorbe á otra; llenas de gracia y talento, de esperiencia y desenfado; que os esplican en un dos por tres la razón de todo lo que va pasando en el viaje, las distancias, los monumentos, el país, la política, vuestra comodidad, la suya, la economía, los gastos útiles y los supérfluos; tales cosas, en fin, que os quedais admirado deque en aquella cabeza rubia y suave de diez y siete años quepa tanto cálculo , tanto juicio, tanta prosa, tanta reflexión, tanto análisis...

Y no digo mas sobre Lyon.— Ya hemos tomado café: sigamos nuestro camino.

Las doce horas restantes de viaje (durante las cuales recorrí otras ochenta leguas, y vi pasar ante mis ojos, á la manera de rápidas exhalaciones, Capitales importantísimas, Ciudades históricas, centenares de Pueblos de mucha consideracion, y mas de mil Aldeas y Caseríos diseminados á los dos lados de la via) fueron para mí de un incesante asombro y continua admiracióon al observar la incalculable riqueza de la Francia; sus campos convertidos en jardines (y allí es campo todo el territorio); las montoñas ennegrecidas por el arbolado salvaje; los valles cubiertos de alamedas; las más escarpadas laderas puestas de viña; y las amplias llanuras, cuidadosamente cultivadas, llenas de graciosas cercas, de frutales en todas las lindes, de acueductos, de puentecillos, de presas, de brazales, de acequias y de balsas.

Y todo esto, combinando la utilidad con el gusto, dispuesto con coquetería, embelleciendo el paisaje, consultando la perspectiva. Es decir,