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DE MADRID A NAPOLES.

en 1790 el Refectorio era cuadra de la caballería francesa.—Más tarde sirvió de pajar.—Algún tiempo después, no sé qué alma caritativa creyó encontrar un remedio á tantos males, tapiando á piedra y lodo la puerta de la habitación; pero, cuando á los pocos años se entró en ella, encon tráronse indicios de que habia estado llena de agua, á consecuencia de un largo temporal, hasta una grande altura! ¡Toda esta agua habia des aparecido por evaporación!... ¡Figuraos cómo estarla la obra de Yinci! Finalmente, hace pocos años, el fresco ha sido restaurado en lo posible y con bastante inteligencia; pero ya solo se trata de conservar en aquel sitio una sombra, un reflejo, una memoria de la perdida maravilla...

Por fortuna para el arte, mientras que unos destruían bárbaramente el cuadro de Santa María delle Grazie, otros lo copiaban y rehacían con religioso cuidado. Para ello buscaban la admirable copia hecha al óleo sobre lienzo por un discípulo de Vincí (Marco d'Oggione); estudiaban los bocetos de las cabezas de los Apóstoles, que el grande artista habia conservado y que hoy existen aun en Inglaterra, y Bossi hacia un cartón, del tamaño del original, en que, ateniéndose á los dibujos, noticias y res tos que quedaban de la obra de Yinci, la restablecía tal como debió sor. Al mismo tiempo en Viena se ejecutaba un mosaico, que es acaso (á lo que dicen los artistas) un perfecto fac simile del primitivo fresco; y en fm, Morguen, el insigne grabador, auxiliado por todos estos datos, á cos ta de largos viajes, después de pasar meses y meses en el húmedo refec torio y de emplear nada, menos que seis años en su tarea, produjo un magnífico grabado que es un verdadero milagro artístico.

Ahora bien, yo conocía muchas de las copias y bocetos que acabo de citar, y además habia visto esta mañana en el Palacio Brera (y os lo ocul taba con toda intención) el boceto de la cabeza del mismo Cristo que figu ra en la Cena, dibujado con lápiz rojo y negro por Leonardo de Vinci; yo he estudiado luego delante del fresco las muchas fotografías del mismo y del Mosaico de Viena que vende el ciistodc; yo habia examinado también esta mañana, en el dicho Museo, otra copia al óleo hecha por el caballero Rossi; y, compulsando todas estas interpretaciones, reuniendo todos estos elementos y contemplando detenidamente la obra original (en que á lo menos quedan las líneas generales, ó sea el dibujo y la composición), pueblo decir que he entrevisto, que he sentido, que he comprendido aquel prodigio de la pintura.

Y, á la verdad, no sé qué me ha admirado mas en él: si la naturali dad y el arte del conjunto; si la variedad y la energía de los afectos que espresa cada Apóstol, ó si la hermosura verdaderamente celestial de Je sucristo!

El momento de la Cena elegido por Yinci es aquel en que el Redentor dice con melancólica ternura: Amen dico vobis. quia unus vestrum me traditurus, est. (En verdad os digo que uno de vosotros me ha de entre gar).—Estas palabras han producido en los discípulos un movimienio de asombro, de indignación, de curiosidad, de miedo...—La fisonomía de