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DE MADRID A NAPOLES.

despues, no nos llamó la atencion por su riqueza ni por su hermosura, pero sí por su concurrencia.

Todo él estaba lleno de oficiales, entre los que se veian algunos paisanos austriacos, empleados sin duda del gobierno.

Allí se leian periódicos en aleman, se fumaba, y se bebia cerveza...

¡Sin embargo, el dueño del establecimiento es italiano!...

Yo creo que el café Cuadri está destinado á ser hecho ceniza por el pueblo, así como cierta tienda en cuya muestra se lee: AlrImperatore d'Austria.

El resto de la tarde y el principio de la noche los hemos pasado va= gando á la ventura por las calles sólidas de Venecia.

La Venecia terrestre, con sus callejuelas alumbradas de gas, llenas de un brillantísimo comercio (apenas sombra de lo que fus antiguamente), con sus pequeñas plazas, con sus angostas y complicadas travesías, Con su limpio é inmejorable empedrado, me recuerda la arábiga Sevilla y me hace comprender lo que seria una ciudad mora en que lograse penetrar la civilizacion.

La extraña y al principio ininteligible complexion de Venecia, es bastante sencilla. —Cada una de las numerosas Islas, medio naturales, medio artificiales, que constituyen la Ciudad, comprende dos largas manzanas de casas, entre las cuales corre una calle. Estas casas arrancan inmedia— tamente del agua por la parte exterior de la isla, teniendo cuando menos una puerta hácia el canal que separa á una isla de otra, mientras que, por el lado opuesto, miran á la calle interior que hemos citado, á la cual dan dos ó tres puertas generalménte ocupadas por tiendas de comercio.— De esta manera se explica que no hava casa alguna que no tenga acceso por agua y por tierra.—Centenares de puentes enlazan á islas con islas y á calles con calles, formando el intrincado dédalo de la Ciudad.

Resulta de aquí que puede uno á cada instante interrumpir su mar—

cha, si va fatigado, y continuarla en góndola.—De cien en cien pasos, y

áun con mayor frecuencia, os hallais entre dos escaleras: una que sube y otra que baja. La que sube va á un puente, por el que podeis pasar á otra isla. La que baja lleva á un canal, donde nunca falta una góndola que os ofrezca sus servicios.

Durante la escursion de esta tarde, hemos pasado por enfrente de algunas magníficas Iglesias, situadas por lo regular en el centro de las más espaciosas Islas, y rodeadas de árboles y monumentos. De buena gana hubiera entrado en algunas de ellas, á admirar las obras maestras de pintura ó á visitar los sepulcros de grandes hombres que encierran Casi todas; pero esto se apartaba de nuestro programa de hoy, y lo hemos de= jado para otro dia.

En cambio, hemos pasado y repasado por sus tres vias paralelas el famoso Puente de Rialto, deteniéndonos más de una vez á contemplar desde su elevada cimbra el magnífico panorama que á un lado y otro presenta-