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DE MADRID A NAPOLES

pensador y árbitro de la Autoridad y do la Revolucion, de la paz y de la guerra. La resistencia conservadora y la iniciativa disolvente residen en su mano. Lo que se hunde, él lo derriba: lo que subsiste, él lo mantiene. Una palabra suya puede cambiar en una hora la faz política, el estado social y los límites de las naciones europeas, y (loque es mas grave) esa palabra temerosa puede hundir en un momento el Edificio amasado durante veinte siglos, la mas grande institución de la historia, el poder mas respetado y combatido en todos tiempos; — el Pontificado romano.

En Paris, por consiguiente, y en esta misma Plaza, se levanta el moderno Capitolio. — No es ya solamente el blando yugo de sus costumbres, de sus artes y de sus letras el que impone al universo, sino también la coyunda política y religiosa; la ley discrecional de las armas. — Y si no, ved: — De aquí parten los rayos que derriban á los reyes de sus tronos ó levantan á los pueblos de su tumba. Hacia aquí tendían las manos su-plicantes los soberanos de Toscana, Módena, Ñapóles y Parma. Aquí se ha ungido rey de Italia el belicoso Duque de Saboya. Aquí se hace soñar al rey de Suecía con un Imperio Escandinavo, y al rey de Prusia con un Imperio Alemán. Aquí halló la salvación la agonizante Turquía. Aquí se decretó la muerte del Austria y se alentaron las esperanzas de la Hungría y de la Polonia. De aquí han salido los incansables soldados que hoy guerrean en la Conchinchina, los que turban el secular silencio del Celeste Imperio, los que ocupan á Roma y son el único baluarte del poder temporal de la Santa Sede, los que recorren la Siria en nombre de la humanidad y de la religión de Cristo, los que imperan en la Argelia desde el Mediterráneo hasta el desierto de Sabara ; y esos soldados son los misinos que en diez años han apagado ó enterrado el mas grande incendio social que ha estallado en el mundo ; los que después vencieron á Rusia en la Crimea; los que humillaron al Austria en Magenta y Solferino; los que inquietan y alarman á la soberbia Inglaterra ; los que ayer vengaban un sangriento ultraje en la Arabia, y los que hoy aguarda Yenecia para sacudir la esclavitud [1].

Digno, muy digno de admiracion y respeto es el pueblo fuerte y generoso que acomete tales empresas y que se eleva á tal grado de poder y de importancia. Los hechos tienen su valor en sí. Desentendámonos,

  1. Al revisar estas inginas en 1877, para disponer la presente segunda edicion, respeto escrupulosamente mis apreciaciones de 1860, aunque los heciios las hayan desmentido en cierto modo. Lo que yo decía hace 17 años era el común sentir de todos los puljücistasde Europa, cumo puede verse en sus escritos de entonces. Nadie tiabia previsto, á lo menos en la forma que han revestido, las catástrofes del imporio francés y la prepotencia absoluta de un Hismark.— En cambio, se verá mas adelante que no se ocultaba en aquella fecha todo lo que liabia de falso y deletéreo en el fondo de la situacion de Francia; y que de su estado politico y social, y sobre todo de la depravación de sus costumbres y grosero materialismo supe deducir algunos pronósticos que desgraciadamente se han realizado.— La Internacional, que entonces no existia, está presentida al remate de este mismo capitulo, y las escenas de la Comunne son la consecuencia lógica de la impiedad y el humanismo que de tal modo me espantaban en la que á la sazón era metrópoli del mundo.