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DE MADRID A NAPOLES.

hace cuatrocientos años por una raza asiática, mueven sus hombros al cabo de los siglos, y el poder otomano se hunde, y el imperio cristiano de Oriente resucita. — Los turcos, se dijo hace mucho tiempo, no están mas que acampados en Europa.

Tal será siempre el porvenir de toda dominación exótica: tal será el porvenir de Venecia. — Los hombres suelen atentar á la obra de Dios, torciendo el curso de los rios y fundando ciudades en el álveo seco de la antigua corriente; pero llega un dia en que el agua rompe los diques y reparos, y busca su antiguo lecho, en el cual deja sepultados á los impíos. Sin embargo (ved si los poetas somos crueles), yo me alegro (en cuanto poeta, se entiende) de haber visitado á Venecia en su época de tribulacion. De no haberla visto cuando era poderosa República independiente, señora de extensos mares y apartadas tierras, con sus Dux y su Senado, con sus navegantes y sus guerreros, con sus fiestas tradicionales, con sus terrores y sus alegrías, de ningún modo la hubiera encontrado más interesante que con sus tocas de duelo, llorando en las ruinas de su glorioso pasado, misteriosa y callada, solitaria y digna, sin que el estruendo de nuestra prosáica civilizacion turbe el magestuoso sueño de sus patricios; sin que los gritos de la Bolsa espanten á las palomas, hijas adoptivas de la Ciudad; sin que los modernos Midas, enriquecidos en el agio, se posesionen ufanos de los palacios de los Dux; sin que cruce sus lagunas la góndola del hombre de negocios... capaz de establecer una Sociedad Anónima para cegar los canales y sustituirlos con calles á la parisien.

Yo me imagino á Venecia libre y convertida en provincia del Reino de Italia. Yo, repito, le pido á Dios que esto suceda pronto. Pero entonces, ¡adiós, poesía! — La milicia nacional recorrerá las calles cantando himnos como en Milan; un Prefecto cualquiera profanará el pavoroso misterio del Palacio de los Dux; la seguridad personal acabará con el dramático miedo de las noches venecianas; la libertad le perderá el respeto á todo; la riqueza comprará á peso de oro la historia; el trabajo estirpará la melancolía; el movimiento industrial traerá gentes de otras comarcas de Italia, y desaparecen los tipos, los trajes y el dialecto de Venecia... — ¡Esto será horrible para los poetas y los artistas!

En resumen de mi teoría abominable: á Venecia le sientan muy bien las cadenas.

No diria más un realista español del tiempo de Fernando VII.


VII
UN DIA EN PÁDUA. — SAN ANTONIO. — LA FRONTERA PONTIFICIA.
El 17 de noviembre de 1860, á las nueve de la mañana, atravesé por última vez el Canal Grande de Venecia desde un extremo á otro, en la