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DE MADRID A NAPOLES.

los cuales estaban tendidos, jugaban ó cantaban algunos soeces soldados tudescos, cuyas voces resonaban sarcásticamente en las altisimas cúpulas, á donde subia el humo..., no del incienso como otras veces, sino de las pipas de aquellos impíos.

(Diré aquí de paso que el Austria, en vista de lo que acontece en Nápoles , está acumulando hace algunos días en las orillas del Po, tropas, víveres y municiones, y que los paduanos creen que de un momento á otro las águilas de Hapsburgo pasarán el rio y caerán sobre los nuevos Estados de Víctor-Manuel.)

En cuanto á la pintura de Pablo el Veronés que yo habia ido á ver á Santa Justina, hállase todavía en el Altar Mayor; pero recibe allí tan mala luz, encuéntrase tan ahumada por los cirios que la alumbraban en otro tiempo, y ha sido restaurada últimamente con tan mala fortuna, que apenas pude formar juicio de su verdadero mérito.

A todo esto eran las cuatro de la tarde. Yo estaba fatigado , y además habia visto los más notables monumentos de Pádua. Di, pues, por terminada mi excursión artística, y dije al astuto jorobado que me pasease por los principales sitios de la ciudad.

El rapaz aceptó con júbilo el mando discrecional que le confiaba, Y blandiendo el látigo denodadamente , puso al escape la apolillada calesa, que empezó á dar saltos mortales sobre el incoherente empedrado, haciéndome creer á cada momento que habia llegado mi última hora.

Asi pasamos por la Plaza de los Frutos, en que se venden los granos, por la Plaza de las Yerbas, por la Plaza de las Uvas, y no sé por cuantas plazas más, hasta que finalmente llegamos al Prato della Valle, cuya hermosura desdice del resto de la Ciudad, y donde pasé lo que quedaba de tarde, dando vueltas á pie ó en coche bajo unas amarillas arboledas.

El Prato della Valle es la Plaza principal de Pádua. En medio de ella hay un gran Jardin cubierto de césped, cruzado por varirias calles de árboles y rodeado de un Canal elíptico, en cuyas dos márgenes se elevan hasta Setenta y cuatro Estátuas de italianos célebres, paduanos en su mayor parte. La forma de aquel Jardin recuerda la de un Anfiteatro que ocupaba antiguamente el mismo lugar. Las Estátuas son meno que medianas; pero, confundidas con los árboles, repetidas en el agua, dibujadas en el cielo, ennoblecen y hermosean aquella Plaza monumental, en que sólo eché de menos alguna gente de agradable porte que me acompañase en mis paseos.

Pero la verdad es que ayer tarde hacia demasiado frío en la insigne ciudad de Pádua para que las ahijadas de San Antonio dejasen sus históricas viviendas. — Hube, pues, de contentarme con verlas detrás de los cristales de sus antiquísimos balcones, — y lo que ellas no saben es que cuando alguna me llamaba la atencion, le pedia noticias suyas al tremendo jorobado, el cual me revelaba el nombre de la beldad, su historia, sus amores, su posicion, sus gustos, la iglesia á que iba á misa, los trajes que