campo y la policía urbana, el idilio y la limpieza, la poesía y la comodidad.
Chatou es una de tantas poblaciones como sirven de auxiliares á París. — Por ejemplo: el piso bajo de la casa en que vivía Mr. Iriarte era un vasto laboratorio de lavar y planchar ropa, cuya directora vivía en París y hasta creo que arrastraba coche.
Como este establecimiento, tenia oíros varios en diversos puntos. — Es decir que aquella señora habia emprendido el lavado en tal escala que podía aspirar, y acaso era esta su noble ambición, á ser con el tiempo lavandera general de todas las camisas de París.
Introducido en las habitaciones de Mr. Iriarte, que dormía tranquila-mente , tuve un momento de verdadero placer, mezclado de orgullo, al pasear mis miradas por su gabinete de artista.
En todas partes veía bocetos, dibujos, cartones, aguadas, cuadros empezados... y todo ello referente á España.
En un lado tipos andaluces; en otro un barrio de Tetuan; aquí el retrato de un amigo y compatriota mió; allí uniformes de nuestro ejército; y, colgados en las paredes y rodando por el suelo, cien objetos curiosos, recogidos en su espedicion por España y África; armas, muebles, ropas; oí ros, el sombrero calañés, la faja árabe ú la cordobesa, y mi cama de campaña, que yo le regalé el dia que dejé el campamento, y la vajilla mora que compramos juntos en la Judería, y la gumía que él recogió en una batalla, y libros españoles, y vistas de Madrid...
Sobre un voluminoso manuscrito se leía en gruesos caracteres: La societé espagnole.
Era un libro suyo, cuya publicacion ya se anunciaba.
Sous la tente (Bajo la tienda)— decía, el letrero de otro legajo.
Era nuestra particular ó personal historia de África, preparada tambien para la imprenta; escrita por él, y dedicada á mí.
Las entregas de mi Diario, ó sea de nuestro Diario de un Testigo andaban revueltas con dibujos suyos que yo le sugerí ó que él habia hecho después, recordándome indudablemente...
Toda la habitacion , en fin , como toda la vida de Mr. Iriarte, estaba consagrada á España.
La noclie antes se acostaría pensando en mi patria, después de haberle dedicado una larga vigilia con el lápiz ó la pluma en la mano...
En aquel momento, quizás soñaba encontrarse en Tánger ó en Barcelona, en Madrid ó en Andalucía...
Considerad, pues, cuál seria su sorpresa al sentirse turbado en su sueño por mi voz amiga y por mi habla española, que le decían como en otro tiempo:
— ¡Arriba, Carlos! ya tocan diana!