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DE MADRID A NAPOLES

Escusado es decir que Luis, el hermoso pescador que nos habia prestado su bote, era uno de estos bateleros de afición.

Ahora bien, ciertos días festivos de verano, toda esta gente y la mucha que arrastra en pos de sí, como tambien algunos habitantes de los pueblos circunvecinos, se reúnen en la isla, y pasan la noche cantando, bailando, comiendo y bebiendo en la espesura, que iluminan como pueden ó dejan en amable sombra, dando lugar á todo género de lances y sorpresas y produciendo la bacanal más ilimitada, más desecha, más delirante que registran las historias de Sardanápalo, de Nerón ó de Heliogábalo. Los impúdicos bailes de Mabille resultan soirées muy ceremoniosas en comparacion de una verbena de la isla de Croissy. Mabille podrá ser Pompeyaó ó la Porta Capuana de Nápoles. Pero Croissy esalgumas antiguo, más natural, más mitológico. Es Chipre; es el olimpo pagano. No es la orgía social ; es la orgía animal. Es el amor en los bosques, la realizacion de los satyros y las ninfas, la desnudez griega, la Arcadia sin la inocencia ni la poesía.

Ya volveremos á este asunto.

De buena gana me hubiera pasado el día entero en la isla entonces desierta, platicando con mi discreto amigo... (Luis el pescador habia desaparecido por entre las ramas.) Parecíame hallarme en el paraíso terrenal, en aquel verjel inculto que habitaron algunos dias nuestros primeros padres. Pero la relacion que Mr. Iriarte me hizo de las profanaciones que habia presenciado aquella selvática soledad, y el hambre, que principiaba á terciar en nuestra conversacion, me estimularon á levantar el campo.

Llegamos, pues, á la otra costa de la isla.

Allí habia un embarcadero y una gran barraca de madera, construidos dentro del mismo rio, á fin de no faltar al testamento del marqués d'Aligre.

Aquel brazo del Sena era aun más ancho que el que separaba á Chatou de la isla, y al otro lado de él percibíase una pequeña llanura de la que se levantaba una suave montaña toda cubierta de arbolado y sembrada de vistosas quintas, algunas de ellas con honores de palacio y otras con el aspecto de castillos.

Frente por frente del embarcadero en que nosotros nos hallábamos, se alzaba una casa modesta, pintada de rojo y amarillo, de forma irregular, fon dependencias propias de una casa de campo, sobre una de cuyas paredes se leia en enormes letras:


Maurice, pécheur. (Mauricio, pescador.)


Mr. Iriarte desató una de las canoas que habia amarradas al embarcadero; penetramos en ella, y pusimos el rumbo á la casa de Mauricio.

— Todos los dias, me dijo el joven artista, paso cuatro veces el rio de la manera que ves: dos de ida y dos de vuelta. Yo almuerzo y como siempre en casa de este pescador, y trabajo y duermo en Chatou.