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DE MADRID A NAPOLES

— Asi irian ustedes iguales...

— No tengo empeño en ello.

— ¡Lo cambio!

— Déjeme usted en paz.

Escusa...

Aquel hombre iba al día siguiente por le Cascine en compañía de un joven muy elegante, en un coche particular sobre cuyas portezuelas se veía una corona de marqués.

—¿Quiénes son aquellos dos señores? le pregunté á una florista.

— El uno es el marqués de... tal.

— Bien... Ese es el dueño del carruaje. ¿Y el otro? ¿El del gabán blanco ?

— El conde de... cual.

Y á propósito : No sé si sabréis que la mitad de los italianos son príncipes, duques, condes ó marqueses. Esto consiste en que todos los hijos de título usan á un mismo tiempo de él; y después los hijos de estos hijos; y asi continúan las dinastías... hasta venir á parar en el limpia-botas de la Loggia de Lanzi ó en el gitano del Gabinete de Lectura.

Desde el Café de Italia nos íbamos por lo regular al Teatro Niccolini, llamado así del nombre del gran poeta que ya conocemos.

En el Teatro Niccolini actúa una compañía francesa, que representa medianamente comedias y vaudevilles. El público se compone generalmente de todos los extranjeros residentes en Florencia, los cuales acuden al reclamo de la lengua universal.

La mayor parte de los otros ocho teatros que contiene la ciudad, están todavía cerrados; entre ellos el de h Pérgola , que es el santuario de la música.

Finalmente, desde el Teatro nos veníamos al Hotel, donde, al amor de la lumbre, Caballero y yo nos servíamos recíprocamente de tertulia, ora en su cuarto, ora en el mío, con asistencia de Jussuf , que preparaba el té con más habilidad que una lady.

En esas horas distraíamos nuestra soledad de extranjeros recordando la patria y la familia; contándonos las más nimias particularidades de nuestra niñez y nuestros primeros pasos en la vida ; hablando de mujeres y de hombres de Madrid y de otros climas , que maldito si se acordarían en aquel momento de nosotros; pensando por último en que el año pasado, en estos mismos días, nos hallábamos en África, bajo una tienda, en medio de unos montes solitarios, luchando con la intemperie y con la epidemia, rodeados de feroces enemigos; apartados de Europa, de la sociedad, de la civilización, de la mujer, del arte, ¡de todo!...; y que, sin embargo, éramos más fen¿£S y estábamos más contentos entonces , que en la culta Florencia ahora, por más que esta sea la ciudad de la hermosura y los placeres...

¡Oh! sí : cada uno de estos días es un solemne aniversario. ¡Gloriosas