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DE MADRID A NAPOLES

á usted de industria! ¡Ignominia para Ricardo, que, siendo hombre, se encuentra en igual y peor caso que usted; pues vive estafando á su rival y piensa llegar al matrimonio por el camino de un anticipado adulterio! — ¡Me pregunLa usted qué es el alma!... — Yo le pregunto á usted á mi vez cómo se puede vivir sin ella.

Alicia, que me liabia oido con suma atención, soltó una brusca risotada cuando vio que yo habia concluido.

Luego rompió á cantar no sé qué estribillo de vaudeville, que prin-cipiaba de este modo:


La paix est faite,
ma foi... tant pire...


En seguida se interrumpió, y, poniéndose muy enojada, dijo, volviéndose á Mr. Iriarte :

— ¡Caballero, su español de usted es un salvaje!

Y, cambiando de nuevo de fisonomia, y con voz solemne y apesarada, añadió, cogiéndome una mano:

— Yo también tengo mis ideas... Yo creo en el buen Dios...

Por último, reparó en sus pies, admirablemente calzados, y me los mostró, diciendo:

—¡ Mire usted qué bonitas botas!... Dicen que las españolas tienen el pié muy pequeño... ¿Es esto verdad?

Mr. Iriarte se reia de mí, al ver mi asombro.

Lucila, que también babia escuchado mi discurso, procuraba pasar á mis ojos por más sublime que su compañera y afectaba con su actitud una profunda melancolía.

Alicia se sintió mal en medio del silencio que habia seguido á su risa, á su canto, á su credo y á su pregunta; y, cogiéndose de mi brazo y llevándome aparte, me dijo :

— La señorita Lucila es una hipócrita. Quiere hacernos pasar por virtud lo que es en ella una desventaja. La señorita Lucila es desgraciada con los hombres.

— ¿Qué quiere usted decir?

— Que su esposo solo le da 150 francos al mes y no la visita sino dos veces por semana. Yo tengo ya 8,000 francos de economías, y ella no puede contar con un sous. Cuando Ricardo se case conmigo, me llevará á su país, en donde lo colocará su tío, y allí ganará reputación y ahorrará dinero. Yo seré muy buena y viviré convenientemente. Todo el mundo nos respetará. Yo daré buenos consejos á Ricardo y estimularé su ambicion. De este modo, andando el tiempo, el gobierno lo designará para diputado. Volveremos á París. Mi belleza es sólida, como usted ve, y durará todavía para entonces. Una vez en París, nadie me reconocerá, pues aquella sociedad se remuda cada cuatro años, y además nosotros viviremos en un círculo que hoy nos es completamente ajeno. Ricardo es elocuente... Hablará en el Cuerpo Degislativo... ¡y quién sabe! — Ya ve