Página:De Madrid a Nápoles (1878).djvu/558

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
516
DE MADRID A NAPOLES

Por cierto que un soldado francés le preguntó á otro:

— Dime: ¿Cómo es que está aquí la Reina de España?

— Porque ahora hay allí República, respondió el interpelado sin vacilar.

Después de la Reina Cristina, llegaron á Jesús la Reina Madre de Napóles, los Hermanos de Francisco II y muchas otras personas principales de las que vi en San Pedro el dia de Pascua.

Por último, notóse más viva agitación en la multitud; escucháronse gritos á lo lejos; agolpóse mucha gente á los balcones; agitaron las damas sus pañuelos; sonaron las bandas militares; presentó la tropa las armas; abriéronse las puertas del Templo ; salió de él una gran comitiva, que se formó en el atrio para recibir al Padre Santo; oyéronse los vivas más cerca; descubrióse la muchedumbre que inundaba la Plaza; arrodillóse mucha gente; empezaron á aparecer carruajes pontificios, de los que se fué apeando la alta servidumbre del Papa; hasta que por último apareció el coche en que venia Pio IX.

Los vivas y los aplausos atronaron el aire. Por todas partes no se veía más que pañuelos flotantes y sombreros levantadosporalto... Y la música tocabauna marcha magestuosa, y el coche adelantaba lentamente, y dentro de él veia yo ya al Sumo Pontífice , vestido sencillamente, con hábitos blancos y sombrero pastoral del mismo color.

A pesar de este traje y de las bendiciones con que contestaba á los saludos del pueblo, ni por un momento consideré hoy á Pío IX por el prisma de su potestad eterna. Y era que me acordaba de cuando lo vi en San Pedro con todo el aparato del Gran Sacerdote. Hoy la escena era muy distinta: en lugar de las andas , el carruaje; en vez de las trompetas misticas, la banda militar; donde entonces un ejército de Obispos, ahora la fuerza armada; ayer oraciones y golpes de pecho; hoy vítores y palmadas... — No: esta tarde no veia al Pontífice; veia al Rey.

— ¡Viva el Pontifice-rey gritaba al mismo tiempo la turba, como respondiendo á mis ideas.

Y no hubo más: el Papa se apeó y penetró en la Iglesia: la multitud se apiñó en su seguimiento, atropellando á su vez á la tropa: yo consideré imposible abrirme paso hasta la puerta del Templo, y , como empezase á anochecer y me esperaran en otra parte, me dirigí hacia el Corso por la Plaza de Venecia, dándole vueltas en mi imaginación á todo lo que acababa de observar.

Finalmente, esta noche, á eso de las once, la tertulia española del Café Grecco se ha reunido á cenar en la famosa Trattoria de Lepre. —Caballero y yo habíamos sido invitados. — Se trataba de despedir el año de 1860 y saludar el de 1861.

Allí estaban todos los artistas y viajeros que te nombré el otro dia. Afectuosos brindis se han cruzado de un extremo á otro de la mesa, siendo el primero de todos, y el más aplaudido, uno concebido en estos sencillos términos: