llos para la primera mitad de la ascension, y un Guia para el resto de ella.
8.° Al medio dia bajaremos por el otro lado del Volcan, y llegaremos á Herculano.
Y 9.° y último: Despues de visitar las calles subterráneas de Herculano, regresaremos á Nápoles en camino de hierro.
Total: unos cien francos por persona.
Hénos á las puertas de Pompeya.
La primera ojeada basta para sentirlo y comprenderlo todo.
Una calle larga, recta y sola, embaldosada de lava, con altas aceras, se extientle ante nuestros ojos. — A uno y otro lado se ven casas con los techos derruidos. — En esta calle no hay otro vestigio humano que las huellas marcadas en el pavimento por los carros que rodaron muchos años sobre él y que despues no han rodado durante diez y ocho siglos.
Nada se oye. — Nadie pasa por ninguna parte...
Como esta calle, hay muchas..., muchísimas...
¡Y nada más !
De trecho en trecho encontramos unas pasaderas de piedra , destinadas á que los transeúntes cruzasen de una acera á otra los dias de lodo. Entre las pasaderas quedan cuatro ranuras , abiertas á distancias proporcionadas á la anchura de los carros de aquellos tiempos.
Estos pormenores, que tanto recuerdan la vida, me causan una profunda trísteza.
A la puerta de alganas casas hay unos altos asientos de piedra, á los cuales se subian los pompeyanos para montar á caballo.
Hoy son inútiles.
En los muros se leen borrosos letreros en latin, escritos hace mil ocho cientos años, que delatan los amores de tal mujer, ó el delito de cual hombre; versos de Virgilio ó de Ovidio; palabras obscenas, y anuncios de funciones dramáticas ó de luchas de gladiadores.
¡Estas funciones no llegaron á verificarse!
Las fuentes públicas que se encuentran á cada paso no manan agua; los conductos de plomo que los surtían están rotos, y otros se ven fundidos por la abrasada ceniza que exterminó la Ciudad.
¡Cuánta desolación !
Pasais de una calle á otra: veis Arcos de Triunfo; veis Palacios, veis Templos, veis anchas Plazas llenas de grandiosas columnas que permanecen de pié, ó cuyos capiteles yacen al lado de los pedestales; veis el Forum Civile, el Templo de Vénus, las Thermas ó Baños Públicos, los Tribunales, las Fábricas, los Teatros...; pasais de la Calle de las Tumbas á la Calle de los doce Dioses, de la Villa de Ciceron á las Prisiones; recorréis toda la Ciudad en mil sentidos, y no encontráis á nadie, y no