Página:De Madrid a Nápoles (1878).djvu/64

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
52
DE MADRID A NAPOLES

primo cartello, entre los cuales yo conocía á unos por haberlos oido en el Teatro Real de Madrid, y á otros por las trompetas de la fama.

Todos aquellos ruiseñores de frac ó con abanico se hallaban de paso en la capital de Francia, de donde iban á partir ya muy pronto, cada uno con rumbo diferente, según la escritura que babia firmado aquel verano. — Cuál iba á Berlin, cuál á San Petersburgo, cuál á América, cuál á Nápeles; este á Madrid, aquel á Londres; el uno á Viena, el otro á Copenhague.

Yo pensé un momento en el invierno que se acercaba; en el frió y en la oscuridad de nebulosas capitales cubiertas de nieve ; en el alumbrado, en la música, en los caloríferos y en el amor que animarían en tanto aquellos teatros; en las elegantes muchedumbres que los poblarían; en los parasismos de silencio religioso que producirían aquellos cantantes en tal aria ó en tal duo; en la primavera que llegaría después; en entierros y casamientos; en el sueno de la vida y de la muerte..., y no pude darme cuenta, ni me la doy en este instante, de la acerba poesía que encontró mi imaginacion en tan extensas consideraciones. — Había en ella á un mismo tiempo afán de ubicuidad, curiosidad de viajero, compasion hacia el género humano, y aquella delirante codicia que le hacía deseará lord Byron que todas las mujeres del Norte y del Mediodía se compendiasen en una sola...

Por ser amigo de Ronconi y recien presentado en la tertulia, merecí yo tambien alguna circunspeccion de parte de Rossini. Contribuiría además á ello el mucho amor que el maestro profesa á España. — Todo el mundo sabe que su primera mujer, la famosa Isabel Colbrand, era española.

Rossini posee perfectamente nuestra lengua: su pronunciacion y su acento son los mismos que reparé más tarde en el Papa, cuando tuve la dicha de oír hablar en español á Su Santidad; — acento y pronunciacion en que parece percibirse un leve dejo valenciano.

Mi conversacion con el autor del Barbero de Sevilla versó casi toda acerca de España. Por cierto, que cada vez que me oía nombrar á Guadix ó á Granada, tarareaba un pasaje de su Ótelo...

Hablóme de las catalanas, y me dijo que había visto pocas mujeres que le gustaran tanto, y luego añadió:

— Yo estuve en Madrid ocho días, hace treinta años. Usted no habría nacido, y la mayor parte de las personas que yo conocí ya se habrán muerto. Lo que no puedo olvidar es el jamon de la Alpujarra. ¿No está la Alpujarra cerca de su pueblo de usted?

— Todo es Sierra-Nevada, le respondí; y si usted quiere...

— Eso le corresponde á este, respondió acariciando á Ronconi. El me los envía con frecuencia. — Y ¿qué opinan ustedes por allí de los asuntos de Italia?

— Cada cual opina su cosa , como en todas partes, contesté yo bastante aturdido.