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RODOLFO LENZ

I

No necesitamos esponer aquí lo que es la Real Academia Española. Es del dominio público la historia esterior de esta sociedad literaria. Es ella una Academia como lo son las instituciones semejantes de otros paises (por ejemplo, la Academia francesa, la Academia de la Crusca i otras) i de otros ramos (por ejemplo, las Reales Academias de Ciencias Exactas i de Medicina). Las indagaciones i opiniones de la Real Academia Española no tienen, segun nuestro parecer, ningun derecho propio i particular que no lo tengan las demas Academias. Pues bien: en Francia a nadie ocurriria creer que la opinion de la Academia francesa sea la única autorizada en materias literarias i lingüísticas, teóricas o prácticas. La voz de un Littré, un Gaston Paris i otros corifeos de la ciencia modernas solos, tiene mas autoridad que todo el docto Cuerpo en conjunto; pues se sabe que los resultados de los trabajos oficiales no dependen esclusivamente de los mas competentes miembros sino de todos los Académicos a la vez, i ¿quién puede negar que entre los «Individuos de número», en la eleccion de los cuales entran tantas consideraciones políticas i sociales, hai mas de un número cero que debe su pertenencia a la Academia tan solo a sus títulos de nobleza i a sus méritos políticos? I ¿quién se atreveria a sostener que las lucubraciones de la Real Academia de Medicina son de autoridad absoluta i obligatoria para el Cuerpo Médico de Chile, cuando sabemos que los médicos americanos que quieren perfeccionar sus estudios en Europa van a Alemania i a Francia, pero no a España? ¿Quién nos pediría que aceptásemos cual dogma de fe la interpretacion que diere a un documento de la historia colonial de América la Real Academia de la Historia? ¡No hai tal! Eso seria incomprensible; aun seria ridículo e indigno de hombres que han aprendido a pensar independientemente.

Ahora, en vano me pregunto por qué tendrá una posicion escepcional la Real Academia Española, a no ser que todas sus obras revistan un carácter científico de competencia irreprochable. Pues bien: por desgracia, es sumamente fácil probar que la Academia no tiene ni sombra de competencia en materias lingüísticas. Concedo gustosamente que entre los miembros de la Real Academia Española hai algunos oradores, algunos poetas, algunos críticos literarios de sumo mérito; pero protesto que no hai ningun individuo entre ellos que aun aproximadamente sea capaz de desempeñar una cátedra, no digo de filolojía comparada, sino de lingüística neolatina i aun de gramática histórica